/Reseña – XII Jornadas Anuales de la Escuela de la Orientación Lacaniana

Diana Paulozky

La Directora de la EOL, Flory Kruger, abrió las XIII Jornadas “Nuevos síntomas, nuevas angustias” subrayando que los analistas creemos en el síntoma y afrontamos el malestar con el deseo, ese que se constató en los casi 1000 asistentes que colmaron el salón y 90 trabajos en salas simultaneas.
La Comisión Científica (R. Seldes, G. Ruiz y D. Fleischer) no sólo precisó sobre la nueva clínica y las formas de abordarla, sino que dieron prueba en sus lineamientos, que el analista puede ser intérprete de los efectos de la época.
La primera plenaria, tuvo la virtud de la demostración clínica, y los panelistas expusieron la manera de abordarla.
G. Requiz ( NEL) presentó un caso que muestra claramente como la angustia es útil para quien sabe servirse de ella. Trabajando una fobia a los gatos, en equivalencia a los hombres que miran por encima, se pudo aislar la angustia de una mujer, por no sentirse mirada por lo que es. Una mirada que no la mira.
Mauricio Tarrab demostró dos casos de síntomas de la época y sus intervenciones para producir nuevos síntomas. El primero, un síndrome Otaku y nada de palabra. Nominar el goce de “un caso perdido” y mostrar que hay otro goce tras la pantalla, permitió el giro. El segundo, exceso de palabra que no dice, y una preocupación por el cuerpo. Una Juana de Arco que encontró un analista que supo tomarse de hilachas para intentar cifrar algo, con el cuidado de no conmover la estructura sin tomar sus precauciones.

La segunda plenaria con dos estilos muy diferentes, mostró como opera el psicoanálisis en la posmodernidad y las falsas garantías. J. Forbes, con un interrelacionado Power Point, mostró la diferencia entre el sujeto moderno, posmoderno e hipermoderno en un mundo que va a la deriva, sin brújula, que produce la invención de nuevas religiones, la proliferación de sectas, soluciones espontáneas como deportes radicales y una palabra que toma la forma de monólogos articulados. Estas diferencias fueron claramente demostradas en la música, la arquitectura, la gente, para finalizar con un conmovedor caso de “normalidad”.

Con la pregunta si el analista tomará los derechos del fin primero, A. Leserre, presidente de la EOL, subrayó la importancia de sostener una posición de resistencia activa, una posición de principio. Propone un analista extraño, que tenga la condición de responder a lo extraño, para hacer existir al psicoanálisis.

Una visita que prestigió nuestras jornadas fue la del flamante Secretario de Cultura, de la Presidencia de la Nación, José Nun, quien remarcó que la cultura implica la política y la democracia. Partió de la revolución francesa mostrando que a veces la ruptura con lo anterior, es una manera de conservarlo. Subrayó que se puede ser activo en el sentido positivo con energías creadoras, o activo pasivo en la queja, la sospecha, que quita energía y no va en el sentido de la vida.

Eric Laurent, con su estilo apasionado, que conmueve las certidumbres con nuevas producciones, ubicó a la angustia como el tema de la posmodernidad, como límite a la narración, como un punto de imposibilidad. No sin advertir que hay algo falaz en lo nuevo, una retórica de lo nuevo, partió de los desplazamientos que la ciencia hizo con las identificaciones. Remarcó que la fragmentación de las creencias produce espacios nuevos. Si la física nos dejó con una probabilidad a nivel de la causa, en el siglo XXI, con la biología, entramos en un espacio de certezas probables. Hay nuevas angustias en estas certezas en fuga. Esto lo vemos en los efectos en las dietas generalizadas, la exigencia de prevención y las vidas controladas. Hay nuevas angustias porque este mundo organizado por las creencias nos deja solos con lo real. Sólo la ciencia es certeza.

Subrayó que decir “objeto causa” es un oximoron, porque nunca los objetos alcanzan la causa, no colman la falla, no cubren la mentira del amor. El psicoanálisis nos lleva a la pregunta del por qué. Hay nuevas angustias: la del físico, la del científico porque la ciencia produce objetos que ocupan el lugar de la causa. Es el objeto de la ciencia en tanto que fetiche. Otra fuente de nuevas angustias es la exigencia de ser el empresario del propio deseo, tener que creer .
A las imágenes que nos devuelven las figuras del mundo moderno, el dispositivo analítico es la anti imagen, no refleja nada. La respuesta de la angustia es el deseo.

Con un estilo tan respetuoso como crítico, en la segunda conferencia, E. Laurent se refirió al psicoanálisis cognitivo y el nuestro. Psicoanálisis cognitivo? Sí.
Eric nos advierte de la fagocitación que el cognitivismo hace del psicoanálisis, lo que luego alimentará el uso moral.
Tenemos que marcar las diferencias. Mientras ellos hablan de representaciones en la mente, para nosotros el inconciente excede lo cognitivo. Se trata de una falta que nunca vendrá a colmarse. Mantenemos el vacío.
Se refirió a la nueva angustia del analista producida por el empuje de las neurociencias a las bases de datos como “La Bibliotaca Universal” de Borges, de la que caen los cuerpos muertos. El analista de hoy, modesto y humilde, queda desubicado. Pero se trata de la vía útil de la angustia, única aprensión de la realidad.
Debemos atravesar la angustia para que el movimiento analítico en su conjunto encuentre el pase que le conviene.